Porque para mì el èxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin desesperarse y tomàndolo con humor. Te invito a reìr conmigo de mi misma.



domingo, 14 de febrero de 2010

Pasiòn por la palabra escrita

Allà por el año 1987, me encontraba ingresando al primer grado de una escuela estatal. Todo era nuevo y el nerviosismo de los primeros dìas se hacìa notar al observar decenas de guardapolvos recièn estrenados de un blanco impecable portadores de rostros totalmente desconocidos. El Preescolar por esos años, por supuesto, no era el mismo que podemos encontrar en el presente, su paso por el mismo te dejaba igual de preparado para la siguiente etapa de estudio, que si no lo hubieras atravesado. No comprendìa por què debìa dejar mi pequeña bolsa a cuadros celeste y blanca a la que tan bien me habìa amoldado junto a mi taza y mantel de tantas ricas meriendas, por ese gran armatoste mejor conocido como mochila, que pesaba como mil demonios, repleto de extraños ùtiles que nunca antes habìa necesitado utilizar. Para colmo de males, como no podìa ser de otra manera en mì, tuve la suerte de ingresar al grado con la maestra màs histèrica, exasperante, gritona y menopaùsica de toda la escuela. El resto de mis veintinueve compañeros eran los niños màs malcriados, llorones, traviesos, insoportables y menos estimulados cognitivamente que podrìa haber tenido la escuela. Imaginen por un segundo que da por resultado la suma de todos esos elementos; en pocas palabras: estaba en el mismìsimo infierno. A medida que el tiempo transcurrìa los alumnos comenzaban a avanzar estimulados por el contacto con lo que la maestra con poca amabilidad nos enseñaba, todos menos yo. Para mì el mundo de las letras continuaba siendo un verdadero e indescrifrable enigma, no distinguìa unas de otras ni tampoco sus valores sonoros y mucho menos iba a poder avanzar en el aprendizaje con la presiòn de la maestra que sentìa constantemente cerca, como perro rabioso gruñendo sobre tu pierna a punto de hincar los colmillos. La situaciòn continuò asì hasta un dìa en el que la maestra, cansada de agotar todos sus recursos conmigo, comprobò nuevamente a travès de una lectura màs que floja, que aùn me faltaba mucho camino por recorrer y gritando a voz en cuello notificò a toda la escuela y vecinos aledaños que debìa ¡practicar, practicar y practicar! Creo que los niños casi sintieron pena por mi, miraban como me arrinconaba cada vez màs en la silla derramando làgrimas silenciosas y observando al culpable de todos mis pesares abierto de par en par, lleno de garabatos incomprensibles dispuestos como hileras de hormigas apretujadas.
Desde lejos, a la salida de ese mismo dìa, pude ver còmo la maestra gesticulaba nerviosamente moviendo boca y brazos delante de mi madre que simultàneamente negaba con la cabeza todo el tiempo y me observaba con esa cara que yo conocìa tan bien y que significaba "en casa vamos a tener que hablar".
Los dìas se volvieron insoportables. En la escuela soportando el tedioso concierto de gritos de la maestra y en casa las interminables repeticiones del abecedario entero con cuaderno y làpiz en mano.
A lo largo de la semana esos extraños signos fueron tomando forma, hacièndose cada vez màs comprensibles y fue asì como ràpidamente al finalizar esa misma semana ya habìa descifrado el còdigo que tanto me habìa torturado durante esos meses.
Con una enorme sonrisa en la cara pude triunfar sobre el ejèrcito de hormigas ahora conocidas que marchaban ordenadamente sobre las hojas del libro debajo de mi narìz. La maestra boquiabierta parecìa estar debatièndose entre si realmente habìa escuchado en forma correcta o si solamente habìa sido una alucinaciòn, pero al comprobar que todo era tan real por primera vez en todo el primer grado recibì su felicitaciòn y un enorme ¡muy bien diez! en el cuaderno por mi lectura.
Hoy esas pequeñas hormigas son mis màs grandes amigas, son el objeto de mi pasiòn, mi boleto a infinidad de lugares, mi manera de expresar lo que llevo en el corazòn, la màquina del tiempo que me conduce en la historia a esos pequeños acontecimientos que fueron marcando a la persona que hoy està sobre el teclado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario