Porque para mì el èxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin desesperarse y tomàndolo con humor. Te invito a reìr conmigo de mi misma.



jueves, 18 de febrero de 2010

Ciber cita de terror

¿Quièn no ha pasado alguna vez en su vida por la experiencia de haber tenido un encuentro con un perfecto extraño conocido a travès del mundo virtual? Yo no he sido la excepciòn a la regla, sobre todo porque para una persona de poco contacto social y severo grado de timidez, la posibilidad de cruzarse con gente nueva sin atravesar por el diàlogo cara a cara, es demasiado tentadora. Miles de mujeres y hombres en las mismas condiciones que yo ademàs de solteros empedernidos, piratas con anillo al dedo, ninfòmanas, pùberes poseìdos por sus cambios hormonales, personas acomplejadas, etc, etc, etc, rondan cada dìa en busca de alguien que los acepte y obtener la tan preciada salida que buscan ya sea para romper con su rutinaria soledad, para encontrar al amor de sus vidas demasiado escondido en algùn lugar, para anexar un nuevo amigo/a a su lista personal o para pasar un momento agradable y fugaz. No es que me queje de mi suerte en este campo, he tenido excelentes experiencias con personas que han marcado mi vida a fuego y que he conocido a travès de la web, pero este caso que expondrè en el dìa de hoy, no serà precisamente la mejor salida que he tenido.
Ahi estaba yo en alguna sala de chat, algùn domingo interminable o quizàs un viernes o sàbado a la noche sin un programa mejor, tratando de matar el tiempo buscando conversaciòn con alguien que tampoco tuviera nada que hacer. Ahì mismo estaba èl, y fue el momento nefasto en que nuestros caminos se cruzaron, por desgracia. Bohemio y artista por naturaleza, el ciberchico en cuestiòn parecìa interesante, conocedor del arte en profundidad y eligiendo correctamente los temas y las palabras para no aburrirme con la charla, me ayudò a que el reloj corriera sin darme cuenta. Por supuesto, lo agreguè a mi MSN, y mantenìamos conversaciones del mismo tipo que la inicial con mucha frecuencia, por no decir casi a diario. Observando detenidamente su foto, la cual lo hacìa ver de forma "aceptable", y siendo residente de una zona cercana a mi domicilio, a medida que transcurrìan las semanas me hacìan pensar que esta oportunidad era quizàs una de las mejores que tendrìa de conocer a alguien afìn y compatible con mi forma de ser.
Luego de unas semanas, llegò por fìn, la gran propuesta: ese encuentro que nos llevarìa a vernos cara a cara, esa salida en la que seguramente nos acompañarìa alguna agradable charla como la que siempre compartìamos y por què no, quizàs la posibilidad de que esa fuera la primer cita, pero no la ùltima. Para tal encuentro le ofrecì mi nùmero de telèfono pero instantàneamente me propuso que arreglàramos directamente ahì, en lìnea, y aceptè sin pensarlo demasiado.
Acordamos salir una tarde de verano cualquiera tomar algo y por supuesto tomando las precauciones necesarias, elegimos un lugar cèntrico y bastante transitado.
Pude reconocerlo de lejos a medida que iba acercàndome luciendo igual que su foto que llevaba grabada en la memoria luego de haberla recorrido con la vista tantas veces a lo largo de semanas. Se veìa bien, vestido con ropa informal pero adecuada a una primer salida, y habìa tomado la precauciòn de llegar minutos antes para no hacerme esperar, y por su actitud caballerosa ya tenìa un par de puntos màs acumulados. Nos saludamos. Me preguntò si conocìa una cafeterìa, y al asentir, me preguntò si me parecìa bien que fuèsemos allì a tomar algo. Caminamos despacio. A gusto y sin nervios estaba disfrutando de su compañìa tal como habìa sucedido en las semanas anteriores, pero al oìrlo hablar notaba algo extraño en su voz, mejor dicho en su forma de pronunciar ciertas frases, hacièndolo lentamente y casi como eligiendo las palabras que utilizarìa para expresarse. A medida que empezaron a transcurrir los minutos sentì que monopolizaba la conversaciòn, aunque me vi forzada a seguir hacièndolo ya que el ciberchico se limitaba introducir monosìlabos o frases cortas que sonaban extrañas a mis oìdos. Algunas veces no entendìa lo que decìa y en un momento lleguè a pensar que estaba volvièndome sorda, pero luego comprendì que no era yo la del problema.
Mis oìdos estaban perfectamente bien, asì como la de todos los asistentes de esa tarde a la cafeterìa que cada tanto miraban de reojo al oìr al chico que estaba frente a mi en la mesa. Al parecer sufrìa de algùn trastorno en el habla, y su pronunciaciòn de algunas palabras salìa distorsionada, sobre todo aquellas en las que predominaba el sonido de la R, que suplantaba por una L seguida de un sonido raro que no pude llegar a definir. Rogaba que atendieran nuestro pedido cuanto antes, tratando de seguir hablando aceleradamente y sin dejar espacio para que acotara nada. Cuando cada tanto lo dejaba participar en el diàlogo (que casi era un monòlogo) sus palabras parecìan resonar justo en la parte defectuosa de una forma elevada, pero luego no supe si era realmente asì o sòlo efecto de mi imaginaciòn. Sintiendo la mirada curiosa de los demàs en nosotros, lleguè al final de mi cafè con la cara casi pegada a la mesa y totalmente encogida en la silla.
Finalmente salimos del lugar. Me despedì en la puerta con una sonrisa forzada acompañada de un dudoso "gracias, la pasè bien", pero mi torturador no quiso dar por terminada la cita allì sino en la parada del colectivo a unas cuadras de distancia. Ahora su extremada caballerosidad me fastidiaba en absoluto. Y su puntaje, mejor no hablar, a esas alturas era seguramente ya con signo negativo por delante y lo esperaba un "game over" màs grande que una marquesina de teatro de revista al contemplar la posibilidad de un volvernos a ver.
Caminando lo màs ràpido que pude, argumentando que llegarìa tarde a un compromiso inexistente, pude deshacerme de èl bajo la mentira piadosa de un "seguimos en contacto". Al llegar a casa lo eliminè finalmente de mis permitidos, y no fue sòlo por haberme hecho pasar un mal rato hacièndome sentir incòmoda o porque discrimine a gente con dificultades, sino por haberme mentido u ocultado algo que era realmente importante siendo que yo habìa sido totalmente sincera.
Ahora recuerdo la historia e inevitablemente una sonrisa se dibuja en mi cara..... pero tambièn me pregunto ¿hasta cuando me acompañarà la mala suerte?

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